Ayer fue 11-S. Y el día pasó, gracias a Dios, sin más. No se si yo era la única que temía por otro atentado. Pero el día terminó y no ocurrió nada, salvo el recuerdo con imágenes de los informativos y especiales que los medios de comunicación nos han ofrecido durante todo el fin de semana. No creo que haya nadie que no haya visto, de nuevo, cómo se estamparon aquellos aviones en las Torres Gemelas de Nueva York, o cómo se desplomaban éstas. Nos han hecho retroceder diez años atrás y recordar qué hicimos ese día y cómo lo pasamos delante del televisor.
Recuerdo que llegué a casa y estaba mi hermano. Ese día mis padres no comieron en casa. No recuerso por qué. Eran las 15.00 horas en punto y empezaban las noticias. Él tenía puesto Telecinco. Angels Barceló comenzó su espacio hablando sobre el incendio que se había desatado en las plantas altas de una de las Torres Gemelas del World Trade Center. Al poco, todos vimos con nuestros propios ojos cómo un avión se estrellaba contra la otra torre. Más tarde, lo del Pentágono y un avión más que decían haber derribado. Comenzó el pánico. Pensé que el mundo se acababa… que iban a empezar a caerse aviones por todo el mundo.
No creía posible que la vida cotidiana se pudiera reanudar después de aquello. Pasadas unas horas llamé a unas amigas y me confirmaron que estaban estudiando en la biblioteca. Aliviada porque había vida en el exterior (y al parecer normal), decidí salir a la calle. Respiré aún más tranquila cuando comprobé con mis propios ojos que todo era aparentemente normal. Estuve con unos amigos toda la tarde, por supuesto, con la televisión puesta.
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